Jugar es parte importante de la vida, en todo momento, no sólo para el desarrollo del ser humano durante la infancia, sino también a lo largo de su existencia. El juego nos permite desenvolvernos en un pequeño apartado de realidad, con reglas y objetivos diferentes a los del mundo real. Nos permite entretenernos y divertirnos por un rato, olvidándonos del mundo de afuera y enfocándonos en ese pequeño mundo creado exclusivamente para el juego. Es positivo para nuestra mente y nuestras emociones seguir encontrando momentos para jugar sanamente a lo largo de nuestra vida, así tengamos cinco, quince, treinta u ochenta años, pero… ¿hasta qué punto incluso jugar se torna negativo? Como todo en la vida, los excesos de cualquier cosa son malos, y ese exceso de juego puede convertirse en una adicción: la ludopatía.
Un ludópata es aquel que muestra signos muy parecidos a un drogodependiente, sólo que, en vez de tener dependencia y necesidad de una sustancia, la tiene hacia el juego: lo necesita y hace lo que sea para jugar. A la larga, puede perder su dinero, dejar de lado sus responsabilidades (trabajo, estudios, familia) y su vida social con tal de llenar su primera necesidad: el juego. Por lo general y hasta ahora, la ludopatía no surge de cualquier tipo de juegos, sino en aquellos que tienen una cierta “capacidad adictiva”, es decir, que genera rápidamente una sensación placentera o que ayuda al individuo a escapar de una realidad que no le gusta. Por eso, sólo suelen ser aquellos juegos de apuesta o de rol online los que suelen causar adicción.
Todo tipo de adicción se convierte en un problema. La recurrencia excesiva al juego se vuelve patológica cuando la persona ya no tiene límites a la hora de decidir si hacerlo o no, ya que su adicción se convierte en primera necesidad, además de tener que ir aumentando la conducta en busca del mismo resultado satisfactorio y sufrir del síndrome de abstinencia si se priva al ludópata de su dosis necesaria de juego. Las mismas sustancias químicas se liberan dentro de un drogodependiente que dentro de un ludópata cuando está alimentando su adicción: la dopamina y las endorfinas, es por eso que se convierten en estimulantes y refuerzan las conductas patológicas.
Como toda adicción, la ludopatía puede surgir para llenar vacíos, por problemas sociales o psicológicos, por un entorno que empuja, incita o invita a ello, o como consecuencia de una predisposición genética. No tratarla o no tomársela en serio puede derivar en el abandono de la vida laboral y social, problemas económicos, trastornos de ansiedad y depresión, y cambios en la personalidad. Por eso es importante tratar la ludopatía como lo que es: una adicción.